Reseña: ‘Las ocho montañas’, una amistad sin miedo a las alturas



Título: Las ocho montañas (Le otto montagne)
Dirección: Felix Van Groeningen, Charlotte Vandermeersch
País: Italia
Duración: 147 minutos
Fecha de estreno: 2022
Sinopsis: Pietro es un chico de ciudad. Todos los años pasa el verano con su familia en el pueblo de Bruno, el último niño de una localidad de montaña olvidada. Con el paso de los años, Bruno se mantiene fiel a su montaña, mientras que Pietro viene y va. Sus experiencias les harán enfrentarse al amor y a la pérdida. Y con el paso de los años, Pietro y Bruno descubrirán lo que significa ser amigos para toda la vida.

El arte siempre ha servido a los humanos como escaparate de su propia realidad. De hecho, es el cine uno de los métodos de narración de historias más apreciados. La magia en torno a los fotogramas hace que, a veces, la gran pantalla actúe como espejo y sea difícil vislumbrar la línea entre ficción y verdad. En Las ocho montañas, esa línea ni siquiera existe. Hay tanta verdad en el largometraje de Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch que su historia es un homenaje a la propia vida.

Ambos directores italianos se unen en esta cinta para contar su propia versión del célebre libro de Paolo Cognetti. Ambientado en el valle alpino de Aosta, el filme comienza presentándonos la amistad de Pietro y Bruno, dos niños de 12 años que no tardan en encariñarse desde que Pietro y sus padres deciden visitar cada verano el ficticio pueblo de Grana. Bruno, que acostumbraba a ser el único joven de la zona, lo recibe de buen agrado y ambos se convierten rápidamente en el compañero de aventuras del otro. Es así como los muchachos forman un vínculo cuyo poder no descubrirán hasta que crezcan y maduren.

La trama, sin embargo, reserva una sorpresa: los caminos de los dos amigos se separan durante toda su adolescencia y parte de la vida adulta. Van Groeningen y Vandermeersch ni siquiera tratan de suavizar el golpe. Agarrando tu corazón y estrujándolo como si de una esponja se tratara, la amistad acaba y el tiempo pasa. No hay cabida para la preparación, el niño que antes disfrutaba de las caminatas con su padre ahora tiene barba, trabaja y vive lejos de él. Un salto temporal tan trillado en el cine que, sin embargo, en Las ocho montañas rebosa más honestidad que nunca.  

A raíz de ahí, la cinta pone a los protagonistas a jugar con la adversidad que supone la propia existencia de uno mismo. Una adversidad que, si bien les complica el hecho de tomar decisiones acertadas, los hace ser fieles a la difícil tarea de cualquiera, que no es otra que la de seguir adelante. Por supuesto, la magnífica actuación de Luca Marinelli y Alessandro Borghi consigue que la historia brille con más fuerza. Allá donde el guion da pequeños tropiezos divagando demasiado, las miradas de los actores enfatizan la auténtica emoción de dos personas que se quieren y no se han visto durante años. Es precisamente ese reencuentro, destinado a condicionar lo que sucede el resto de la película, el que da lugar a escenas de una preciosa condición humana.

Enarbolando con orgullo su aura universal, Las ocho montañas propone al espectador un viaje donde la amistad, el amor propio y la desnudez de un corazón melancólico tratan de sobrevivir al mismo tiempo. Días después de haberme embarcado en el mismo, y por muy bellos que sean los Alpes italianos, a lo que mi cabeza todavía sigue dándole vueltas es a esos sentimientos que, por muy ocultos que estén, jamás desaparecen.

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