Reseña: ‘Klara y el Sol’, una novela de lazos y uniones



Título: Klara y el Sol
Título original: Klara and the Sun
Autor: Kazuo Ishiguro
Traductor: Mauricio Bach
Editorial: Anagrama
Páginas: 384
Fecha de publicación: marzo, 2021
Sinopsis: Klara es una AA, una Amiga Artificial, especializada en el cuidado de niños. Pasa sus días en una tienda, esperando a que alguien la adquiera y se la lleve a una casa, un hogar. Mientras espera, contempla el exterior desde el escaparate. Observa a los transeúntes, sus actitudes, sus gestos, su modo de caminar, y es testigo de algunos episodios que no acaba de entender, como una extraña pelea entre dos taxistas. Klara es una AA singular, es más observadora y más dada a hacerse preguntas que la mayoría de sus congéneres. Y, como sus compañeros, necesita del Sol para alimentarse, para cargarse de energía... ¿Qué le espera en el mundo exterior cuando salga de la tienda y se vaya a vivir con una familia? ¿Comprende bien los comportamientos, los repentinos cambios de humor, las emociones, los sentimientos de los humanos?

Me maravilla la hermosa capacidad que tienen los libros para unir a las personas. Cuando una de mis profesoras de instituto me recomendó Klara y el Sol hace tan solo unas semanas, sabía que no podía dejar escapar esta lectura. Y lo sabía porque esa profesora, Guiomar, se ha convertido en alguien a quien profundamente admiro y respeto desde que empezara a formar parte de mi vida allá por 2017, justo antes de la creación de El Rastreador de Letras —que ella misma motivó—. A menudo me pregunto cómo la literatura puede crear lazos tan fuertes entre la gente y si esta mágica pasión por los libros nace a consecuencia de ello. Aunque ese no sea el eje fundamental de Klara y el Sol, la obra tiene mucho que contar al respecto.

Kazuo Ishiguro nos presenta en esta historia a Klara, una Amiga Artificial diseñada con el fin de hacer compañía. El autor nos transporta a un mundo muy parecido al actual pero en el que la inteligencia artificial ha dado pasos agigantados hasta el punto de que este tipo de robots se encuentran por todas partes. Pese a ello, Klara parece ser diferente al resto. Sus dotes de observación son su característica principal y siempre está atenta a lo que sucede en el exterior de la tienda en la que espera que algún niño la compre. Tan solo el cristal del escaparate del comercio se interpone entre ella y la calle que contempla cada día. La tranquilidad o la preocupación de quienes pasean delante suya, la inquietud de los taxistas que constantemente abarrotan la carretera, la tristeza de un vagabundo que deambula con su perro… nada pasa desapercibido para Klara. Y, cuando una niña se le acerca un día para pedirle que se convierta en su nueva amiga, todas sus percepciones empiezan a cobrar sentido. 

Esta es esa clase de distopías que fascinan por lo cercanas que pueden sentirse del presente. Todavía no existen robots capacitados para comprender nuestros sentimientos, o al menos yo no los conozco, pero estamos siendo testigos de una impresionante aceleración en la evolución de la inteligencia artificial. Sin embargo, el relato suele centrarse en las terribles consecuencias que trae consigo. Ishiguro, adelantado a su época, cambia radicalmente el mensaje: ¿por qué no mejor hablar de las terribles consecuencias de nuestra posible reacción ante la misma? ¿Estamos, como sociedad, preparados para esa inteligencia artificial que nosotros mismos estamos sacando adelante? El autor reivindica en Klara y el Sol el necesario papel que, como individuos, tenemos en su uso responsable.

De hecho, que la historia esté narrada en primera persona por Klara aporta una perspectiva mucho más interesante, haciendo de sus observaciones algo valioso para el lector. No es casualidad que el robot termine siendo el más humano de todos los personajes. Su forma sencilla de analizar las situaciones expone de manera brillante muchas de nuestras debilidades, y hasta reflexiona sobre las “maniobras complejas y difíciles de comprender” que hacemos con tal de intentar evitar lo que es inevitable. Para ello, Ishiguro utiliza una pluma simple que no entiende de belleza ni de rodeos, un estilo que otorga realismo a los pensamientos de la Amiga Artificial y los encumbra. 

Si buscas una obra con un final brillante que te deje sin palabras, siento decirte que Klara y el Sol no es para ti. El autor propone un viaje de reflexiones en el que importa más el camino que el destino. Incluso la trama en sí no es nada extraordinaria, pero ofrece una visión sobre nuestra relación con la tecnología que merece la pena leer. Dicha relación se puede extrapolar a la que tenemos con la literatura. Al igual que Klara entiende las emociones y los deseos de quienes requieren de sus servicios, nosotros buscamos comprensión en los libros que visitamos. De ahí que la literatura suponga una especie de simbiosis en la que ya no solo se crea un vínculo entre el lector y el protagonista, sino que también se crea entre quienes se han embarcado en la misma obra y quedan unidos por ella. Precisamente por eso pocas cosas me parecerán tan bonitas en la vida como la recomendación de una buena novela. Y, al igual que hiciera Guiomar conmigo, yo tampoco puedo hacer otra cosa que recomendar Klara y el Sol.

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