Reseña: ‘El poder del perro’, cuando el libro no es mejor que la película



Título: El poder del perro
Título original: The Power of the Dog
Autor: Thomas Savage
Editorial: Alianza
Páginas: 360
Fecha de publicación: 1967
Sinopsis: Montana, 1924. Phil y George son hermanos y socios, copropietarios del rancho más grande del valle. Cabalgan juntos, transportando miles de cabezas de ganado, y siguen durmiendo en la habitación que habían tenido de niños, en las mismas camas de bronce. Phil es alto y anguloso, George rechoncho e imperturbable. Phil es una lumbrera y podía haber sido cualquier cosa que se propusiera, George es tranquilo y no tiene aficiones. A Phil le gusta provocar, George carece de sentido del humor, pero tiene ganas de amar y de ser amado. Cuando George se casa con Rose, una joven viuda de porte orgulloso y sonrisa rápida, y la trae a vivir a la hacienda, Phil comienza una campaña implacable para destruirla. Pero los más débiles no siempre son quienes uno cree.

Existe la creencia generalizada de que un libro siempre es mejor que su respectiva película. Yo, de hecho, suelo estar a favor de dicha afirmación: la literatura, en comparación con el cine, plantea muchas menos limitaciones a la hora de contar una misma historia. Sin embargo, hay excepciones que rompen la regla. Y El poder del perro es una de ellas.

A propósito de su adaptación cinematográfica, dirigida por Jane Campion y estrenada en Netflix el 2 de septiembre de 2021, deseaba darle una oportunidad a la literatura de Thomas Savage. Ya escribí sobre la película por aquel entonces, cuando fue galardonada en los Oscars con el merecido premio a Mejor Dirección. Sin embargo, no ha sido hasta ahora cuando por fin me he sumergido en su lectura. Y, pese a que esperaba que me gustara la novela tal y como me gustó el filme, me he dado cuenta de que el trabajo que hace Campion es más brillante si cabe: no solo ha dado lugar a un fiel retrato de la historia que plasma el autor en las páginas, sino que la ha mejorado tornándola mucho más interesante.

La trama nos conduce hasta la Montena de Estados Unidos de la década de los 20. Allí, los hermanos Phil y George, ambos de mediana edad, se dedican a la ganadería en una vida monótona. Pero la personalidad fuerte y bravucona de Phil, que había logrado convivir sin problemas con la personalidad gentil y reservada de George, pondrá las cosas patas arriba cuando la viuda Rose y su afeminado hijo Peter entren en la vida de George y, a consecuencia de ello, también en la de su hermano. Phil los detesta, y el rancho se convertirá en un auténtico tormento para los cuatro.

Es triste que una historia que me maravilló en la gran pantalla no haya conseguido el mismo efecto tiempo después es un libro. Tal vez es porque ya conocía los giros argumentales que me esperaban, pero apenas he sentido que los personajes evolucionaran o que quisiera acompañar a cada uno en su viaje individual. Además, he echado en falta entusiasmo por parte del narrador, principal culpable de que la obra ni siquiera mantuviese un mínimo nivel de emoción. De hecho, tampoco puedo decir que la emoción decayera, porque en ningún momento la alcanzó. El único aspecto positivo fueron las últimas cincuenta páginas, que intentaron compensar lo vacía que había sido la historia hasta entonces con una narración ágil e impecable en la que Savage daba sus últimos movimientos para agitar las piezas de ajedrez en un tablero aparentemente apacible.

Las comparaciones son odiosas, pero el talento de Campion destaca sobre todo en su guion y es ahí donde ha conseguido que estos mismos personajes brillen en el cine lo que quizás no hicieron tanto en la novela. Aun así, reconozco que El poder del perro es una lectura perfecta para desconectar, amenizada debido a la ágil y concisa pluma de Savage. Supongo que la habría disfrutado más si la hubiese leído antes de verla en el cine, así que esa es mi mayor recomendación: abre el libro como si fuera uno más y luego tómate su adaptación como el mejor de los regalos.


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