Reseña: ‘The Quiet Girl’, cuando logras decir mucho sin tener que decir nada
Duración: 95 minutos
Fecha de estreno: 2023
Sinopsis: En la Irlanda rural de 1981, Cáit, una niña de nueve años, vive retraída entre su familia numerosa y hostil. Sus padres la envían a pasar el verano a casa de unos parientes más adinerados, donde el misterioso silencio de Cáit se encontrará con el calor de un hogar y con idílicos paisajes. Allí, la pequeña se hará eco del secreto que esta familia adoptiva calla.
“Si hay secretos en una casa, hay vergüenza en esa casa”, le dice Eibhlín a la pequeña Cáit en una de las escenas más brillantes y oscuras de toda la película. “No queremos que haya ninguna vergüenza aquí”, la tranquiliza enseguida. Pero The Quiet Girl es una historia llena de secretos, llena de saberes que son mejor no decir en voz alta. Y es así, con ese conocimiento sobrecogedor de que algo malo se avecina, cuando la vida actúa con ese desgarrador encanto que ni siquiera la persona más silenciosa es capaz de evitar.
Sirviendo como adaptación de la novela Tres luces de Claire Keegan, el debutante Colm Bairéad se propone en su primer largometraje un reto únicamente relegado para el mejor de los cines: decir mucho sin tener que decir nada. Así es, de hecho, el papel de la recién llegada Catherine Clinch, que interpreta a una niña tranquila y reservada que siempre prefiere guardar silencio. Lo que sin duda desconoce es que son los ojos los que pueden decir tanto o incluso más que una simple palabra. Pero, como en la vida misma, la dificultad radica en saber interpretarlos. Para fortuna de Cáit, pronto se dará cuenta de que solo quien se preocupa por ella tendrá la habilidad de leer sus expresiones.
El filme nos presenta la personalidad de la joven de la mano de su familia, que parece tenerla abandonada pese a vivir con ella. Su madre apenas tiene energía en tanto que se encuentra de nuevo embarazada y su padre es un abusador con problemas con el alcohol. Es ahí cuando el misterio que ronda en torno a ella y su actitud cauta cobran sentido. Desde el momento en que sus padres deciden deshacerse de Cáit para descansar hasta que suceda el parto, la joven tiene que pasar un mes con la amable prima de su madre, Eibhlín, y el taciturno Seán, ambos interpretados de forma maravillosa por Carrie Crowley y Andrew Bennett respectivamente. Y es en esa granja, donde la muchacha tiene que mudarse, el lugar en el que la película hace una bella representación de las relaciones familiares a la vez que arraiga el sentimiento de pertenencia.
The Quiet Girl se vuelve más personal si cabe con cada escena: una galleta encima de la mesa, un amplio campo por el que correr, un pozo de agua cristalina… Esos son los detalles con los que Cáit empieza a darse cuenta de su nueva realidad, algo que ni ella tenía idea de que existía. Una vida que se le presenta como idílica pero que es la que siempre debería haber tenido. E incluso formando parte del tipo de hogar en el que por fin la protagonista se siente cómoda, jamás cambia su actitud. Porque esas cosas no son rápidas, los traumas pueden afectar toda una vida, y la película es tan absolutamente honesta que no busca complacer al espectador con sensiblería impostada.
La propuesta de Colm Bairéad te abraza y te destruye a partes iguales. El filme no solo te transporta a la Irlanda de principios de los ochenta, sino que también te hace viajar hacia tu propio corazón para que, durante hora y media, bebas de todas tus emociones comprendiendo la importancia de la unión y de la fortaleza familiar. Si así es el cine que la nueva generación de directores nos regalará a partir de ahora, bienvenido sea. Qué bonito futuro nos espera.
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