Reseña: ‘El jardín del triunfo’, un viaje de regreso a la adolescencia


Título: El jardín del triunfo.
Autor: Rafael Luis Rodríguez López.
Editorial: Círculo Rojo.
Páginas: 214.
Fecha de publicación: abril, 2018.
Precio: 12,35 €.  Comprar libro
Sinopsis: El jardín del triunfo es la historia del deseo y la insatisfacción de una edad, de los orígenes y la identidad, de una posible redención que se vislumbra con el tiempo. Etapas que se suceden y que deberían permitir la evolución personal ante las eternas disyuntivas que la vida va ofreciendo a Nicolás. Un joven estudiante de universidad que trata de alcanzar el equilibrio entre la virtud y la debilidad, la carrera por sí mismo y su futuro a través del esfuerzo, anulado en ocasiones por un egoísmo que se intercala con los vicios de la gran ciudad.
En un contexto de tentación y deber, fuerzas que se oponen en lucha por prevalecer una sobre otra, junto a la incertidumbre del mañana, la rabia y la frustración, el arte y el amor como refugio.

«Diez años dan para mucho. Son suficientes para demostrar cómo el tiempo va dejando en el laberinto a las personas, reduciendo a cenizas el recuerdo de quienes un día lo fueron todo, y hoy son barridas por un viento cálido del julio más caluroso de los últimos cincuenta años».

Siendo sincero, no sabía qué esperar de esta obra. La autobiografía no es uno de mis géneros habituales y hasta ahora pocas han sido las novelas que he leído de este estilo; sin embargo, el día en el que El jardín del triunfo llegó a mis manos, lo vi como una buena oportunidad para empezar a leer más allá de mis zonas de confort. Este es el debut de Rafael Luis Rodríguez, donde se desnuda abiertamente al lector pretendiendo hacer de la historia un íntimo y fiel viaje por la más chispeante época de la adolescencia. No obstante, he de confesar que no ha terminado convenciéndome del todo.

En el libro se nos presenta a Nicolás, un joven muchacho de Villaponiente que se dirige a Sevilla cuando empieza a descubrir los cimientos de la vida misma. Este viaje será el comienzo de un futuro cargado de evolución, amor, amistad, deseo y arte, en el que la magia de la adolescencia se presenta como la de una burbuja buscando su propia identidad en un océano profundo. Si por algo se puede admirar el ejemplar, es por la pura sinceridad con la que narra un periodo de madurez tan esperanzador como intenso a partes iguales.

El inicio me parece sumamente importante por su capacidad para transmitir al lector qué va a encontrarse en la novela. Resulta difícil que la conversación entre dos desconocidos antes de emprender un viaje con significados diferentes pueda decir tanto y, sin embargo, lo hace. Un diálogo aparentemente normal pero con la fuerza de presentarnos las inseguridades y las virtudes del protagonista que se van desarrollando a lo largo de la obra. Porque más que el argumento en sí, el poder del libro lo tiene la particular forma de actuar de Nicolás.

La trama es uno de los factores que se han quedado estancados. Lo que empieza con un excelente argumento se vuelve borroso pasadas las ochenta páginas, siendo confuso e incluso difícil de seguir. Hay momentos en los que directamente desaparece, eliminado por discursos y meditaciones del autor. Así es como, tras alcanzar el ecuador, la historia se seguía contando pero de una manera diferente —un ejemplo de ello es el cambio drástico que se le da al uso de diálogos—. Si bien este nuevo estilo hubiera sido potente de cara a utilizarlo en su totalidad, pierde muchísimo en el nulo intento de fusionarlo con el del principio. Existen diversas formas de narrar, pero las dos que se han mezclado simplemente no han funcionado.

He de hacer también mención al exuberante recorrido que hace Rafael por el arte más emblemático. Pese a que a veces, al igual que las descripciones, contribuya a que se pierda el hilo de la trama, es asombrosa la documentación que hay invertida en el libro y cómo esta va sirviendo de aprendizaje tanto para el lector como para el propio protagonista. De este modo, el autor termina haciendo que El jardín del triunfo sea una historia, además de autobiográfica, enriquecedora.

La novela, lejos de ser la típica que rememora lo espléndido y olvida lo oscuro de la adolescencia, también trata temas sombríos como el machismo y las adicciones, habiendo incluso alguna que otra violación. Y no me importa que en el ejemplar se vean representados comportamientos machistas —me parece hasta necesario para erradicarlos—, pero tengo la clara impresión de que en realidad se supone que eran atractivos en este libro. Como un día se lo escuché decir a Iria G. Parente, «por supuesto que el hecho de que determinados personajes tengan actitudes nocivas no hace el mensaje de la obra nociva, pero si el mensaje no va contra esas actitudes, si no hay crítica a esos personajes, puede que les des la razón».

Para estar ante un debut, la pluma de Rafael es increíblemente buena. Escribe de manera detallista y utiliza un lenguaje digno de admiración cuando describe lugares o situaciones. Aunque haya comentarios que me han chirriado, estoy seguro de que otras personas sabrán apreciar mejor que yo una historia que bebe de sus reflexiones mientras hace un simbólico recorrido por una adolescencia ya pasada.


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